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Yo también tuve una perdida

  • Foto del escritor: La desinhibida
    La desinhibida
  • 13 mar
  • 3 Min. de lectura

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Hoy quiero hablarte desde el corazón, como si estuviéramos en un café, con una taza caliente entre las manos, compartiendo esas cosas que a veces nos pesan y no sabemos cómo expresar. Porque hay temas que siguen siendo difíciles de abordar, que nos duelen, que nos atraviesan y que, por miedo o costumbre, seguimos callando. Uno de esos temas es el duelo gestacional.


Hablar de duelo nunca es fácil. Y cuando se trata del duelo gestacional, las palabras parecen aún más esquivas. Es un tema del que cada vez se escucha más, pero que sigue envuelto en silencios incómodos, en tabúes que nos pesan y en miradas que no saben si sostenerse o desviarse.


Tener una pérdida no solo significa la ausencia de una vida que apenas comenzaba, sino también ahogarse en un mar de preguntas sin respuesta: ¿Por qué pasó? ¿Por qué a mí? ¿Pude haber hecho algo diferente? Y ahí, en medio de esas preguntas sin solución, aparece la culpa, aunque no debería estar ahí. Es un torbellino de incertidumbre, de tratar de entender lo que muchas veces no tiene explicación. Y, sobre todo, es un camino que, la mayoría de las veces, se transita en soledad.


Pero el duelo gestacional no es solo dolor del alma, también es dolor del cuerpo. Es sentir cómo la vida cambia de un momento a otro sin previo aviso. Es enfrentarse al vacío en cada rincón del cuerpo, en cada latido que ya no acompaña, en cada huella física que recuerda lo que fue y lo que ya no será. Es el cansancio extremo sin motivo aparente, los cambios hormonales que intensifican la tristeza, el abrazo del dolor en el vientre, en el pecho, en cada fibra que había comenzado a prepararse para acoger una vida.


Tener una pérdida es desorientarse un poco en el camino. Es lidiar con un vacío que no se ve, pero que pesa en el alma y se siente en la piel. Y lo más duro es que, la mayoría de las veces, lo transitamos en silencio. Porque creemos que callarlo es proteger a los demás de nuestro dolor. Porque nos enseñaron que hay cosas que es mejor guardar. Pero, ¿y si nos diéramos el permiso de hablarlo? ¿Y si, en lugar de esconderlo, lo compartiéramos?


Nos han enseñado tan poco sobre la muerte que, cuando nos toca hablar de la muerte de alguien que aún no ha nacido, simplemente no sabemos cómo hacerlo. No sabemos si tenemos derecho a llorar, si el mundo nos dará permiso para dolernos. Pero el duelo gestacional es real y merece su espacio.


Por eso es tan importante la red de apoyo. Esos brazos que sostienen cuando sentimos que no podemos más. Esos médicos que no solo hablan de cifras y estadísticas, sino que entienden que detrás de cada pérdida hay una historia, un sueño, un amor infinito. Esas personas que validan lo que sentimos sin minimizarlo, sin apresurarnos a estar bien.


Ojalá construyamos un mundo donde el duelo gestacional no se silencie, donde no haya que esconder las lágrimas ni tragarse las palabras. Donde podamos decir sin miedo: "Yo también tuve una pérdida" y encontrar, al otro lado, una mano que nos tome fuerte y nos diga: "No estás sola."


Si pasaste por esto, si hoy llevas en el pecho un duelo que el mundo no ve, quiero decirte algo: no estás sola. Hablarlo, decir “yo también tuve una pérdida”, puede ser el primer paso para sanar.


Les pienso y prometo escribirles muy pronto desde el corazón.


Ilustración @Isamuguruza

 
 
 

2 comentarios


Juliana Barajas Gamboa
Juliana Barajas Gamboa
16 abr

Ay que lindo artículo ! Unas palabras que tocan el corazón, abrazan el alma y curan el ser.

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vivalima.pe
26 mar

Auch 😌 yo también tuve una pérdida y la transite en soledad, cuando decidí hablar, me di cuenta de la cantidad de mujeres que pasan por lo mismo.. muy necesario hablar de esto Andreita.

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